La salud es un estado de bienestar físico, social y mental, en consecuencia, son varios los factores que pueden provocar una alteración en esta condición. Por otra parte, se ha identificado que en el ámbito laboral el sedentarismo y la exposición a factores de riesgo en el trabajo, como aquellos derivados de la carga física y componentes psicosociales, son precursores de múltiples alteraciones en la salud, dentro de las que se incluye a los Desórdenes Músculo Esqueléticos –DME-.

Es así como desde las organizaciones de salud pública, se confirma que parte de la solución corresponde al incremento de la actividad física, pues favorece su condición de salud en general y mejora la funcionalidad del individuo. En consecuencia, la intervención terapéutica cobra importancia al tener como objetivo mejorar las diferentes cualidades físicas de un individuo, tomando como base el ejercicio prescrito y orientado. El ejercicio en sí, está fundamentado en movimientos integrados, multiplanares, estabilización y desaceleración articular, con el fin de mejorar la resistencia muscular y por ende la cardiovascular (García, 2008).